jueves, 13 de mayo de 2010

Las diosas de la Luna




Los argivos, seguramente por inluencias egipcias, adoraban a la luna como vaca, porque el cuerno de la luna nueva era considerado el origen de todas las aguas, y por tanto del follaje con que se alimentaba el ganado. Esta era Io, que cambiaba de color como la luna: blanca para la luna nueva, roja para la luna de las cosechas, negra para la luna en menguante. Eran a la vez las tres edades de la mujer: doncella, ninfa y vieja. Io, posteriormente asimilada a los dioses olímpicos, aparece como sacerdotisa de Hera y, como tantas otras, va a ser seducida por Zeus, quien la transformó en vaca para evitar las sospechas de su esposa, pero Hera no se dejó engañar y envió un tábano para que la picase continuamente. La vaca emprendió entonces una larga huida, perseguida por el tábano, hasta llegar a Egipto. Una vez allí, Zeus devolvió a Io la forma humana y ésta engendró un hijo del dios, llamado Épafo.




En la Grecia prehelénica, dentro de los dioses pelasgos, la diosa de la luna fue Selene –de selas, luz- y su atributo, el encantamiento. Se la representaba recorriendo el cielo montando un caballo o sobre un carruaje de plata tirado por un par de caballos alados. La media luna luce coronando su cabeza. Se enamora de un joven pastor, Endimión, al que despierta inundando con su luz la cueva donde dormía. Selene rogó a Zeus que le concediera a su enamorado un deseo, a lo que Zeus accede. Endimión pidió la eterna juventud y poder dormir en un sueño perpetuo, del que solo despertaría para recibir cada noche a Selene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario